“Sólo algunas preguntas, señor Graham Bell…” HACOBO MORÁ

Tan desconcertante ha sido enterarse de la verdad como haberla ignorado por completo, y lo que le llevó a Alexander Graham Bell (logopeda británico) a ser el dueño de la patente del teléfono en toda América fue que a su verdadero inventor, Antonio Meucci, no se le había ocurrido hacerlo (y a quien se le ha reconocido hasta el día 11 de junio del año 2002), y que ayer siete de febrero se conmemoran los 134 años como ‘la patente del señor Bell’ en el mundo entero. Deseo unirme al festejo general mostrando los alcances de la tecnología telefónica para las ‘mayorías’, pero he optado por recoger fragmentos de algunas conversaciones que ejemplifican de que se han visto realmente beneficiadas con la rapidez del progreso de  la telefonía en México: “mira, te tengo un niña, virgen, ¡de trece años!… ahorita no hablemos de dinero, mano, que tratándose de ti es lo de menos”; “sí, mamá, no me voy a regresar, pero bendito sea Dios que logré cruzar el desierto de Sonora ¡y el pollero nos dejó ahí en medio de la noche!, ¡y con más de tres días sin comer, nomas con una botella de agua que dejé en el suelo quién sabe dónde!…”; “gracias por venir a mi boda… sí, ella y yo estamos muy contentas de casarnos… sí, ya vimos nuestros vestidos, arreglos… pero tengo mucho miedo de las amenazas de muerte en contra de nosotras”; “todo salió bien con mi cesárea, pero mi bebita pesó menos de dos kilos… el doctor la sacó adelante porque la naturaleza se aferra a la vida… ya no cambié su nombre, la llevamos a registrar este próximo sábado, así que te espero, comadre, te traes un chamarra gruesa, aquí en Cd. Juárez está el frío muy duro”; “cumplimos al pie de la letra sus órdenes, señor… eran más de 70 indígenas de los que se tenían  conocimiento, señor… sí, habían más niños y niñas de lo que se suponía en el reporte… sí, no encontramos mayores complicaciones… fue clara su orden  de disparar a quemarropa, señor”; “de que te llega la mercancía te llega, pero está muy duro conseguirte un camión de cocaína con todo este teatro que está armando el gobierno… a la próxima no me arriesgo, va con un comando armado, pero la pasan del otro lado, o de plano si no se puede vender allá, la pasamos aquí al sur de la ciudad”; “créeme, por favor, de verdad que es muy difícil para mí tratar de continuar con vida sin dinero para cubrir todas esas cuotas dentro de la cárcel… ¡ahora necesito más dinero!”; “ya se lo dije, porque ¡a mí no me importa si lo ahogamos o si se lo mandamos en pedazos!… no, no, ¡son cinco millones lo que pido, no sea hagan los mártires!... pues le saco los ojos a su chamaco, ¡usted dice?”. A pesar de que se conocen sus orígenes de la creación de los monopolios nacionales y transnacionales de telecomunicaciones con subsidios paraestatales, éstos ‘ignoran’ toda delincuencia que opera a través de sus redes telefónicas; pero a título póstumo, podría hacerle algunas preguntas al señor Graham Bell con toda aquélla carga moral que lo preside: “hoy se sabe que fue que en América usted logró registrar la patente del teléfono -un invento que no era suyo-, ¿se avergüenza hoy de haberlo hecho?, ¡y qué diría si para conmemorar este año más de vida de ‘su’ patente se alzara una estatua con forma de teléfono, en bronce, con su rostro grabado bañado en oro?, por otro lado, ¿es cierto que cuando usted ya contaba con un teléfono, al primero a quien llamó fue a Antonio Meucci en plan de burla?, ¿cree usted que la ‘telefonitis aguda’, y ‘la falta de discreción’, en algunos asuntos, es la única y la responsable de detonar conflictos sociales de los cuáles actualmente se tienen conocimiento?, y la última pregunta, señor Bell, ¿cuál sería en general su opinión ante una visión así?”.

 

 

 

         

           

                   

 

  

      

arriba